28 ene 2011

Los ebanistas

Aprendían estos artesanos su oficio con mucha paciencia para tener pocas equivocaciones porque las maderas que labraban eran nobles y noble también era el propósito que les movía: producir muebles para la vida.

Los maestros ebanistas pensaron en la funcionalidad y después en el ornato; de tal manera que el verdadero maestro sabía unir función y forma de un modo admirable.

A lo largo de los siglos, los ebanistas, sin dejar de ser artesanos, pasaron en muchos casos a ser artistas y de tal calibre que hasta crearon estilo. Thomas Chippendale por ejemplo era tan bueno el tío, que creó un estilo que lleva su nombre; eso es lo que debió de mover a los arquitectos a meterse en camisa de once varas e inaugurar la moda del mueble absurdo.

Volvamos al temazo porque a los ebanistas, que tan cómodos sillones, chaise-longues y sillas han puesto a nuestros culos, nunca nadie les ha ofrecido un doctorado honoris causa y por más que, como Chippendale, estuvieran en la cima jamás fueron ególatras o megalómanos como lo son esa otra clase de artesanos con delirios académicos, dedicados a lo perecedero, que hacen de la cocina una tremenda mixtificación científica.

Una silla cómoda puede que pase inadvertida porque el sentarse bien es lo que uno espera; las sillas que llaman la atención son aquellas que nos muelen la columna vertebral o nos torturan el coxis. Un plato bien resuelto tampoco llama mucho la atención, se come con deleite y a otra cosa; pero si ese plato, como su creador, rezuma petulancia la cosa cambia porque nos hace entrar en la nube de lo difícil de comprender y más difícil de pagar, entramos en el mundo del diseño culinario, de la alta cocina como dice esa caterva de vividores que se llaman críticos gastronómicos.

11 ene 2011

Hombres del tiempo

La vida da muchas vueltas y lo que ayer causaba pavor, alimentaba negocios desmedidos y ocupaba a los medios de comunicación, como por ejemplo la gripe A, hoy pasa a segundo plano porque son los calaveras codiciosos de las agencias de calificación financiera los protagonistas del cotarro.

Algo parecido ocurre con los telediarios porque los hombres del tiempo han cobrado un protagonismo desconocido desde que llueve y las urbanizaciones proyectadas con el culo se inundan.

El hombre del tiempo siempre tuvo cierta relevancia pero pasaba sin pena ni gloria dando la espalda a un mapa de España muy parecido al que había en los colegios. Eran años en los que los principales interesados en la evolución del tiempo atmosférico eran los agricultores y ellos ya se compraban el calendario Zaragozano.

Cuando la sociedad urbana empieza a asombrarse de que en invierno haga frío, nieve o llueva porque, como las mejores guerras que libran los norteamericanos, se pueden trasmitir por televisión todos los meteoros y sus consecuencias, el hombre del tiempo empieza su crecimiento personal.

Las cadenas de televisión les conceden casi tanto tiempo como al Real Madrid, ganan un espacio propio, las casas comerciales les proporcionan vestimenta para su promoción y los tíos se permiten hasta contarnos los denuestos de Bóreas y Céfiro.

El rollo que meten en sus intervenciones es tan tupido y pastoso que aturde. Nos avanzan el tiempo que hará en Nueva Delhi o en Canberra. Pronto veremos concursos dentro de su espacio televisivo. Están tan crecidos que dan un poquete de susto y quizá sea el momento de mandarles a la mierda y no hacerles ya ni puñetero caso.