4 ago 2011

Retretes y confesionarios

El enorme éxito cosechado durante la enésima visita de Su Santidad Benedicto XVI, por los confesionarios de campaña, ha impulsado al consistorio valenciano a aprobar la contratación de tales adminículos dializadores de conciencias para su uso en la vía pública durante la celebración de la próximas Fallas.

“Ya sabemos que durante las fallas, resulta tan urgente aliviar la vejiga como la conciencia”, ha declarado la preclara alcaldesa de Valencia. Y ha añadido: “Los valencianos y valencianas de bien pueden estar tranquilos porque el bullicio fallero no entorpecerá en absoluto la recoleta necesidad de compunción cristiana”

En ese sentido ya se ha firmado un convenio de colaboración con el arzobispado de Valencia para que se provea de los sacerdotes titulados que sean necesarios para atender, según horario, los tres mil quinientos confesionarios que se instalarán, alternados con las filas de retretes portátiles, en los puntos neurálgicos de la actividad fallera tales como la plaza del Ayuntamiento, la de la Reina, el recorrido de la Ofrenda a Nuestra Señora de los Desamparados y ,cuando se conozcan los premios, en los aledaños de las fallas más importantes.

“Valencia”, ha dicho el ínclito Francisco Lledó, “vuelve a ser pionera en el uso del más innovador mobiliario urbano” Y ha valorado seguidamente la posibilidad de encargar un centenar de confesionarios de campaña acabados en acero inoxidable para que queden instalados de modo fijo en las grandes vías de la ciudad.

3 ago 2011

El barco K

Para cualquier joven que accedía, en aquellos tiempos en blanco y negro, a los modernos medios de comunicación de masas (la radio, el NO-DO y la televisión), determinados detalles resultaban ser un signo de cosmopolitismo y modernidad arrebatada. El uso displicente del teléfono, la ingesta tranquila del “cubalibre” o el empleo de referencias de autoridad tales como la expresión “según informa el barco K”, constituían timbres de mundología.

Citar al barco K no solo denotaba un conocimiento del mundo fuera del alcance del común, sino que además daba pátina de iniciado a todo aquel que se servía de tal navío para ilustrar su conversación.

Que el barco se llamase K y no Virgen de Candelaria ya era una gran cosa porque K invita al misterio, mientras que Virgen de Candelaria no hace más que virar hacia lo gris.

Si el barco K estaba tripulado, anclado, precedido del J o seguido del L… eso no tenía la menor importancia, la cosa era el nombre: ¡barco K! Si se dominaba el término, se estaba también a un paso de comprender la llegada del hombre a la Luna de una manera asequible o de no descartar la posibilidad de que los ovnis nos visitaran en noches ignotas.

El barco K era un portillo abierto a la imaginación, al exterior de las fronteras timoratas y a la libertad, que no todo el mundo era capaz de apreciar porque la clave para ello la daban los oscuros “hombres del tiempo” que, desde luego, no eran  sospechosos de nada.

Con la irrupción del satélite en nuestras vidas, el barco K se retiró a las vitrinas de las esperanzas y los sueños de juventud y allí debe seguir criando polvo.

2 ago 2011

Restaurantes "clandestinos"

Ahora que la “tendencia” consiste en entrar en una tienda de bragueros ortopédicos y, tras diversos visajes concertados, verse en un salón comedor para el que se alberga la ilusión de la exclusividad, es el momento de decir: ¡A LA MIERDA!.

Las mismas bobadas que sirven en lo que ahora  llaman “restaurantes clandestinos” (¡quel charme!), las sirven en el figón de la esquina o en el wok del centro comercial.

La diferencia está en que en los restaurantes normales el cliente conserva intacta su dignidad mientras que en los restaurantes "clandestinos”, por mojigatería, se entra cubierto de oprobio y se sale siendo la mofa y la befa.