4 oct 2011

Dolores Asaces

Doña Dolores Asaces perdió a su hijo en un accidente de coche de la manera más tonta.

Eso sería durante la década de los 70 del siglo pasado. Conducía Baldomero Acucioso Asaces, un SEAT 1430 que corría bastante y en una curva se mató.
Su madre pasó un desespero tremendo que solo se aquietó cuando decidió instalar una cruz de forja en el mismo lugar donde sucedió el accidente, para que le sirviera a ella de consuelo y de advertencia a otros conductores.

Así lo hizo y, con la ayuda de un sobrino albañil, además instaló una peanilla con una plaquita en la que constaba el nombre del hijo, la fecha de nacimiento y la del óbito.

Para la fiesta de los fieles difuntos, solía llevar flores a ese humilde cenotafio y un año decidió completar la decoración agregando unos maceteros a ambos lados de la cruz en los que, gracias a la humedad y lo umbrío del lugar, plantó unas hortensias.

Las lluvias y los recios fríos deterioraban el monumentillo, de manera que un verano se presentó con su sobrino en el lugar para levantar un techado sostenido por cuatro columnas. Cuando lo tenían prácticamente rematado, pasó una pareja de motoristas de la Guardia Civil que se detuvo. Estuvieron un ratete mirando, se quitaron el casco, se santiguaron contritos y, sin decir ni mu, se marcharon a lo suyo.

El verano siguiente, Dolores Asaces y su sobrino aplanaron el terreno que circundaba el cenotafio, lo vallaron discretamente y lo ajardinaron con césped, macizos de rosas y un ciprés.

Estaban lanzados. En cosa de seis años el lugar se había convertido en una ermita dedicada a San Cristóbal. La carretera ya no discurría por allí porque habían hecho una autovía nueva y el predio, cuya titularidad reclamó para sí el obispado de la provincia, se hallaba en el centro de un plan de urbanización que preveía la construcción de mil doscientas cinco viviendas.

El enorme cartel que promocionaba las obras traía una simulación informática en la que se podían ver las casas y la parroquia que Construcciones Pundonor se proponía construir partiendo de la ermita.

Un hormiguero de obreros, máquinas y materiales relevó a Dolores Asaces y a su sobrino en la tarea de levantar la parroquia de San Cristóbal.

Cuando quebró Construcciones Pundonor, la bonita iglesia quedó cercada por un mar de estructuras de hormigón armado a medio terminar y a ese lugar tan raro es al que sigue acudiendo a llevar flores Dolores Asaces aunque el obispado ya no le permite el acceso al templo.