24 sept 2013

La completa indiferencia

Un día que Estoico Calmo paseaba por un centro comercial, se topó con la imagen que aparece adjunta y que tuvo la amabilidad de remitir a este sitio electrónico. Se trata, ya se ve, de tres jugadores de una sociedad anónima deportiva que promocionan cosas.

Tres cimas de sapiencia
Estoico Calmo se fijó en las caras de los retratados y se puso a cavilar sobre la calidad intelectual de los mismos. Luego dio en pensar que probablemente, a lo largo de la liga más grande del mundo, en alguna ocasión tuviera que verlos ofreciendo declaraciones en rueda de prensa. Ahí tuvo el primer rapto de clarividencia al darse cuenta de lo innecesario que era escuchar a semejantes mastuerzos hablar de fútbol. Decretó entonces que les iba a pagar con lo que él mismo denominó, completa indiferencia. Dejó de ver las secciones deportivas de los diarios, radio y televisión; dejó de seguir  la liga más grande del mundo y notó que en pocas semanas su hipertensión descendía de los niveles altos a los que estaba acostumbrado.

Durante uno de los diferentes telediarios de electroencefalograma plano que nos imponen las televisiones nacionales, otro día, Estoico Calmo estuvo viendo a una secretaria general de un partido político; explicaba la impostora, las falacias más grandes jamás imaginadas y lo hacía -según nos relató el señor Calmo en su imeil- con el aplomo de quien sabe que habla para idiotas. Decidió también aplicarle la completa indiferencia que a partir de ese día, para él, ya se escribía con mayúsculas; así que lo haremos nosotros también.

La Completa Indiferencia, como se puede colegir, es de muy amplia aplicación. Usada en sentido lato, terminaría con las ruedas de prensa de los políticos y, en consecuencia, daría al traste con su vanidad; además finiquitaría la prensa rosa y mandaría al paro a una pléyade de parásitos indeseables que desalojarían los medios de comunicación.

Con el uso generalizado de la Completa Indiferencia, los mítines carecerían de sentido y, enfrentados solo a la conciencia social, los políticos se las pasarían canutas ante las convocatorias de elecciones de cualquier tipo.

23 sept 2013

Nebraska

Después de que se perpetrara la gran estafa que fue la transición española, Sales Llopis, la punk de Sueca a quien todos conocerán como Nebraska, adquirió la notoriedad que aún conserva tras haber editado numerosos vinilos y compactos, haber participado en películas transgresoras y hacer un poquete de todo en las diversas televisiones.

Como las audiencias mandan o, dicho de otra manera, la caspa está que lo peta, esta polifacética artista que nutrió su acervo cultural a fuerza de escuchar sin descanso a The Clash, Sex Pistols o The Damned, se unió finalmente al coro de los admiradores de ese artista enorme que siempre ha sido Raphael y, junto con la otra gran esclarecida de nombre geográfico, ahora canta las excelencias del nombrado artistazo; que nadie dice que no lo sea, a juzgar por la gran interpretación que aquí brindamos al lector,  pero que seguramente no necesita tampoco que se le arrimen estos cerebros privilegiados.

Así va pasando Nebraska por los tubos que se le presentan porque, amigos, vivir sin trabajar mola pero, quieras que no, cuesta lo suyo.

15 sept 2013

El reciclaje

Cuando, en el mundo en vías de civilización, empezó a tomarse en serio el asunto del reciclaje, los pueblos y ciudades vieron cómo sus calles y plazas se afeaban por causa de la aparición de enormes contenedores de diferentes colores y formas.

Las personas de cierta edad reconocerán muy bien lo que se cuenta seguidamente y los más jovencetes, pueden aprenderlo.

Durante los odiosos años de la vida en blanco y negro, en los pueblos y ciudades de España, una familia normal gestionaba sus residuos de la manera más limpia y no se lo enseñaba nadie. Era lo normal.

La basura corriente (lo que ahora se llama residuos orgánicos) se depositaba en un cubo con tapa, previamente tapizado con unos papeles de periódico (La hoja del lunes era el formato más grande), que se sacaba a la puerta de casa un rato antes del paso del basurero.

Los cartones, papeles y trapos nunca se tiraban al cubo de la basura sino que se almacenaban hasta que se disponía de una cantidad considerable y se llevaban a casa del trapero. En todos los pueblos había un trapero que compraba papel y tejidos.

Los residuos metálicos también se solían guardar para venderlos a otro profesional que no faltaba en ningún municipio: el chatarrero.

En aquellos años, los envases de plástico eran prácticamente inexistentes; primaba el vidrio y como era necesario devolver los envases vacíos para comprar los llenos, el ciclo de ese material era impecable.

Luego se fue todo a la mierda porque empezó el desarrollismo y, como estábamos hasta el gorro de ser atrasados, nos lanzamos a lo moderno a saco.

Tuvieron que venir a decirnos que no tirásemos tantas cosas a la basura porque era un despilfarro.

Lo mismo que las sociedades aprenden, también desaprenden.

Se conoce que eso fue lo que nos pasó o lo que todavía nos pasa porque en cada elección, los votos van a parar siempre al mismo sitio.

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Oficios que molan

 

10 sept 2013

The World of Lies

El mundo de la mentira (The World of Lies) es en extremo atractivo y la entrada en él, por lo común, llega sin necesidad de esforzarse en el ingreso.

El mundo de la mentira es como una tierra de Jauja en la que el que entra, se instala a cuerpo de rey, sin contacto con  la realidad.

En el mundo de la mentira, el empadronado es feliz porque se da la vida padre a cambio de nada. Su misión consiste en nunca decir la verdad, ya se trate de las propiedades de un champú, de lo ventajoso que resulta un operador de telefonía móvil o de la recuperación económica de un país. La cosa consiste en asumir, cada día con más fuerza, que el público al que se dirige el morador del mundo de la mentira, está formado por lerdos irreversibles, impresionantes burros y tontos del haba recalcitrantes.

El mundo de la mentira llega tan lejos en su influencia sobre sus habitantes, que éstos tienen la firme convicción de que su cociente intelectual está fuera de lo común y por eso escriben libros.

El vacío, la nada cultural e ideológica, pueblan el mundo de la mentira pero, aún así, los ciudadanos del mundo de la mentira son los que nos explican cómo son las cosas. Tan pagados están de sí mismos.

1 sept 2013

Hasta en la sopa

¿Se acuerdan ustedes de Teresa Gimpera? Claro que sí. Esta mujer estaba hasta en la sopa en aquellos años 60 del siglo pasado.

Publicidad a cholón, películas con grandes directores y, encima, musa de la gauche divine catalana. No se le podía pedir más, pero a fuerza de verla en todos los anuncios, no se sabía bien qué anunciaba. Se decía: "Mira, la Jimpera"; y ya no importaba si promocionaba el confortable Boatiné o una cocina económica.

Con la señorita Martina Klein pasa algo parecido: no sabemos qué anuncia y nos tiene ahítos de tanto verla. Se ha hecho con la exclusiva de la propaganda televisiva. ¡Qué pedazo de emprendedora!