Administrar el miedo es seguramente uno de los más grandes placeres para quienes ejercen la dominación humana. Si un fulano administra bien el miedo ajeno, es capaz de controlar todas las artes del sometimiento.
Los más grandes administradores del miedo que la humanidad ha conocido, son los mismos que inventaron la floreciente industria turística y ese es el motivo de este dechado de vacuidad.
La génesis del turismo, aunque pronto se sabrá que en Atapuerca se han hallado los primeros rudimentos, hay que buscarla -como en casi todo lo turbador- en los milagrosos hallazgos y posteriores exposiciones de las innumerables reliquias de santos que servían para fundar catedrales, sumarse a sus colecciones y alimentar después las grandes peregrinaciones.
La calavera de San Antolín, el incorrupto brazo de Santa Teresa, la sangre de San Pantaleón, el mirífico escroto de San Juan Cotino o la inmaculada vulva de Santa Régula son, entre otros miles, ejemplos válidos del inicio del mercado turístico en la edad media europea.
Hay muy pocas instituciones que además de dominar el reparto del miedo y la ilusión, dominen también y tan magníficamente el lucro como las mercantiles dedicadas al milagro, la fe y la salvación eterna. Siempre son estas casas comerciales las que están detrás de todo teatrete del pin-pan-pún moviendo discretamente los hilos y aunque esto no es motivo de sorpresa para las personas instruidas, nunca está de sobra traerlo a colación para despertar chispas en lo oscuro.
El turismo no es "un gran invento", los de la mitra lo llevan en su currículo desde el año de la tana