Se presentaron ante un grupo de 60 personas dos grabaciones de la Suite de Jazz de Dimitri Shostakovich. Una de las grabaciones estaba recogida en un disco de vinilo de la Deutsche Grammophon mientras que la otra lo estaba en un disco compacto digital de la casa La Cabrita Alegre.
Las personas objeto de la prueba escucharon las grabaciones sin saber de donde provenían; ahora bien, la grabación en vinilo (en adelante A) freía hasta el hartazgo mientras que la grabación digital (en adelante B) permitía escuchar, en algún momento, hasta el tic tac del reloj del director de la orquesta.
Un grupo de control formado por doce personas ignorantes de todo, escuchó una selección de los mejores temas de banda de cornetas y tambores de Discos Belter.
Se pidió al grupo de prueba que eligiera entre la grabación A y la B atendiendo a la calidad de audición. De los 60 sujetos, 57 eligieron sin dudarlo, la grabación B mientras que tres sujetos se decantaron por la grabación A.
Se repitió el experimento usando diferentes piezas musicales de distintos géneros y el resultado fue idéntico dándose el caso de que los sujetos que eligieron la grabación A siempre fueron los mismos: un mequetrefe que era miembro de la SGAE , un pusilánime guitarrista de grupo pop emergente y un ministro.
El grupo de control enloqueció prácticamente a los cuarenta minutos de iniciada la audición y nada se pudo hacer por él.
Al trío de botarates les corrieron a gorrazos por todo el laboratorio del profesor Franz y acabaron de cabeza en una alberca.
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