Cuando la mayoría del público no sabía una palabra de inglés, poca gente se
daba cuenta de las bobadas que algunas cancioncitas pegadizas vertían sobre las
inteligencias.
En español también ha habido siempre ejemplos de canciones muy populares –las
llamadas “del verano”, por ejemplo- cuyas letras eran verdaderas mierdas.
El cantante solista medio español, ya lo hemos dicho en otras ocasiones está muy necesitado de un buen letrista. Los músicos de los que se rodean este
tipo de cantantes, de los que tanto gusta la actual familia real española, son
muy mediocres pero los
letristas lo son aún más. Ni por asomo saben lo que es la rima asonante.
La incapacidad para aunar letra y música notables es lo que mueve a los
cantantes a mirar hacia las canciones en mayúscula, casi siempre
de cuna latino-americana, y cantar por fin algo bueno. Publican discos a los que, en su ingente estulticia, llaman tributo a tal o cual personalidad o género musical y se admiran de estar cantando cosas con fuste.
Dejemos los denuestos y volvamos a la letra de las canciones que era el motor que animaba esto. Aquí tenemos un ejemplo magistral; una letra que, en sí misma, es lección de estilística.