Nuestros abuelos combatían la tos con jarabes a base de heroína y obtenían resultados extraordinarios. Con el tiempo se supo que la heroína no solamente es adictiva sino motivo de perdición.
Dicen que circular por las carreteras con un límite de velocidad muy moderado hace que se ahorre combustible y disminuyan los accidentes mortales. Luego los médicos se quejan de que desciende el número de órganos disponibles para los transplantes porque la peña se mata menos en carretera.
Esos mismos médicos echan campanas al vuelo por el notable descenso de infartos e insuficiencias respiratorias que les llegan por urgencia, gracias a que se consume menos tabaco. Por su parte, los del gremio de la hostelería dicen que se están cerrando muchísimos bares y se va al paro gente que ya vino de él con la esperanza de montar un bar cochambroso para solucionar su porvenir.
Las dictaduras siempre son perniciosas para el pueblo y nefastas para los derechos humanos, pero cuando el tipejo que detenta el poder es el mismo que vende petróleo para perpetuar el timo de la estampita que es la economía de mercado, tales regímenes políticos son intachables.
Para terminar, el Estado es el gran enemigo de la caterva de neoliberales que pretenden perpetrar nuestra salvación pero cuando, en su necedad infinita, queman su propio chiringuito reclaman del padre Estado no solo los bomberos sino la reconstrucción del chamizo.