El día en que un notario, natural de Don Benito (Badajoz), certificó que seres inteligentes procedentes del espacio exterior, habían contactado con los humanos e intercambiado suficiente información como para concertar un encuentro diplomático, los obispos entraron en una crisis catatónica que se calificó como irreversible por reputados especialistas neuropsiquiátricos.
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