
Por semana santa, aquella infame y beata dictadura, nos obsequiaba con el cierre de todo tipo de locales de ocio y con la emisión radiofónica de música clásica a cascoporro.
Nuestros necios gobernantes, debieron pensar que para un mayor recogimiento cristiano, esa música sería lo mejor. La cagaron porque a la peña le picó el gusanillo y descubrió un mundo musical refinadísimo que le hizo, encima, más culta.
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