Cuando saltó a los televisores, radios y tabloides la alarmante noticia de que el restaurante El Bulli cerraba durante dos años, una creciente preocupación ensombreció los corrillos bursátiles y los amplios despachos donde los codiciosos botarates se ocupan de las finanzas de los bancos y realizan cerriles informes sobre economía.Esas benditas almas orates, perdían un sitio donde derrochar en el embuste de la alta cocina; pero para la gente del común, el que ese restaurante cierre o abra importa un pijo.
Importa si el Chato abrirá el figón el sábado o lo tendrá cerrado, el muy cabrón, como suele.


Las bandas de música que tanto esplendor dan a las fiestas de todo tipo que florecen en este rosicler que es la Comunidad Valenciana, están en su mayoría instaladas en una inercia anestésica, que se contagia al público en general, y que consiste en la interpretación del Himno Nacional (sin letra: chinta chinta) tanto a la salida como a la entrada de las imágenes de los santos y santas patronos de los pueblos.