El agua mineral, pues, no solo tiene un sabor diferente sino que sirve para algo; nos hace algún bien.
En general, según el doctor Oliver Rodés de Barcelona, tal cosa es un embuste y el agua mineral solo sirve para llenar nuestras vejigas y los bolsillos de quien la embotella. No hace nada más porque, de otro modo, no se puede entender que los envasadores nieguen tan descaradamente las propiedades terapéuticas de sus aguas.
¿No hemos quedado en que son “los minerales que lleva en disolución” lo que adjudica determinadas propiedades al agua? Entonces, ¿por qué se empeñan, sin reparo, en recalcar en las etiquetas que la mineralización es muy débil? ¿Para qué sirven además de para mear?
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