Ahora que la “tendencia” consiste en entrar en una tienda de bragueros ortopédicos y, tras diversos visajes concertados, verse en un salón comedor para el que se alberga la ilusión de la exclusividad, es el momento de decir: ¡A LA MIERDA!.
Las mismas bobadas que sirven en lo que ahora llaman “restaurantes clandestinos” (¡quel charme!), las sirven en el figón de la esquina o en el wok del centro comercial.
La diferencia está en que en los restaurantes normales el cliente conserva intacta su dignidad mientras que en los restaurantes "clandestinos”, por mojigatería, se entra cubierto de oprobio y se sale siendo la mofa y la befa.
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