Enrique Santos Discépolo |
En realidad todo lo que versa sobre ese principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida suele tener peso específico. Con el paso de los siglos nadie recordará a Pérez-Reverte, por ejemplo, pero Cervantes, Dickens, Galdós o Collins seguirán siendo grandes.
Cerramos el paréntesis denostativo que siempre merece el Sargento Primero Trueno y volvemos a lo que realmente nos ocupa.
Nihil novum sub sole, no necesita traducción. La gente nos demuestra cada día de qué pasta está hecha. Si miramos lo que los decimonónicos llamaban "el siglo", recibiremos la más dura decepción.
Tan cierto es lo de nihil novum sub sole que Enrique Santos Discépolo lo describió a la perfección en 1935 y, desde entonces, sigue de rabiosa actualidad; como nuestro adagio. Podemos comprobarlo aquí.
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