Durante los últimos días de octubre era muy corriente, junto con el aroma a calabaza asada, percibir en las casas un fuerte olor a esmalte y aguarrás acompañado de un singular y litúrgico trasiego que se repetía cada año. Y es que a las madres les dio por pensar que el mejor mantenimiento para las humildísimas lápidas de piedra aglomerada, era una esmerada mano de Titanlux.
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