Cuando, en el mundo en vías de civilización, empezó a
tomarse en serio el asunto del reciclaje, los pueblos y ciudades vieron cómo sus
calles y plazas se afeaban por causa de la aparición de enormes contenedores de
diferentes colores y formas.
Las personas de cierta edad reconocerán muy bien lo que se
cuenta seguidamente y los más jovencetes, pueden aprenderlo.
Durante los odiosos años de la vida en blanco y negro, en
los pueblos y ciudades de España, una familia normal gestionaba sus residuos de
la manera más limpia y no se lo enseñaba nadie. Era lo normal.
La basura corriente (lo que ahora se llama residuos orgánicos)
se depositaba en un cubo con tapa, previamente tapizado con unos papeles de periódico
(La hoja del lunes era el formato más
grande), que se sacaba a la puerta de casa un rato antes del
paso del basurero.
Los cartones, papeles y trapos nunca se tiraban al cubo de
la basura sino que se almacenaban hasta que se disponía de una cantidad considerable
y se llevaban a casa del trapero. En todos los pueblos había un trapero que
compraba papel y tejidos.
Los residuos metálicos también se solían guardar para
venderlos a otro profesional que no faltaba en ningún municipio: el chatarrero.
En aquellos años, los envases de plástico eran prácticamente
inexistentes; primaba el vidrio y como era necesario devolver los envases vacíos
para comprar los llenos, el ciclo de ese material era impecable.
Luego se fue todo a la mierda porque empezó el desarrollismo
y, como estábamos hasta el gorro de ser atrasados, nos lanzamos a lo moderno a saco.
Tuvieron que venir a decirnos que no tirásemos tantas cosas
a la basura porque era un despilfarro.
Se
conoce que eso fue lo que nos pasó o lo que todavía nos pasa porque en cada elección, los votos van a parar siempre al mismo sitio.
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Es más, incluso cuando íbamos a cagar (porque no existía el retrete) a una esquina del corral, llamada de distintos modos según la geografía (verbigracia "barranco" o "basurero"), los detritus eran igualmente reciclados: servían de alimento a las impertinentes gallinas, que disputaban el trofeo a las moscas verdes. Para mantener a raya a unas y otras, y tener la seguridad de no recibir ningún picotazo en salva sea la parte, para tal menester siempre había un palo apoyado en la pared; naturalmente, reciclado de alguna escoba vieja.
ResponderEliminarY a ese palo apoyado en la pared, se le injertó posteriormente un cepillo, y se le denominó "escobilla", que según la wikipedia, es un utensilio diseñado para la limpieza del interior del inodoro, inventada en 1932. Cosas del desarrollismo: abandonas la esquina del corral para hacer tus deposiciones y acabas pagando con impuestos a traductoras de rumano contratadas por los gestores de la depuradora de Pinedo.
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