Tres cimas de sapiencia |
Durante uno de los diferentes telediarios de electroencefalograma plano que nos imponen las televisiones nacionales, otro día, Estoico Calmo estuvo viendo a una secretaria general de un partido político; explicaba la impostora, las falacias más grandes jamás imaginadas y lo hacía -según nos relató el señor Calmo en su imeil- con el aplomo de quien sabe que habla para idiotas. Decidió también aplicarle la completa indiferencia que a partir de ese día, para él, ya se escribía con mayúsculas; así que lo haremos nosotros también.
La Completa Indiferencia, como se puede colegir, es de muy amplia aplicación. Usada en sentido lato, terminaría con las ruedas de prensa de los políticos y, en consecuencia, daría al traste con su vanidad; además finiquitaría la prensa rosa y mandaría al paro a una pléyade de parásitos indeseables que desalojarían los medios de comunicación.
Con el uso generalizado de la Completa Indiferencia, los mítines carecerían de sentido y, enfrentados solo a la conciencia social, los políticos se las pasarían canutas ante las convocatorias de elecciones de cualquier tipo.
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