18 dic 2011
9 dic 2011
San Martín de Tours
Aunque ciertos autores sostienen que lo que compartió San Martín de Tours con el mendigo fue la mitad de su caspa, está universalmente reconocido que el santo partió su capa en dos y entregó media al indigente.
Si aceptamos la iconografía que existe para ilustrar este hecho tan notable de filantropía y nos creemos al sensual Greco, San Martín de Tours era un miserable.
Aquí lo tenemos, a un tiro de piedra de su casa, vestido como un príncipe y a caballo. Y tiene el morrazo de darle al desdichado (que va desnudo como un San Sebastián asaetado) solamente la mitad de su capa. ¡Menudo santo cicatero!
Aunque al pobre, transido de agradecido fervor, se le ve contento.
Aunque al pobre, transido de agradecido fervor, se le ve contento.
20 nov 2011
5 nov 2011
4 oct 2011
Dolores Asaces
Eso sería durante la década de los 70 del siglo pasado. Conducía Baldomero Acucioso Asaces, un SEAT 1430 que corría bastante y en una curva se mató.
Su madre pasó un desespero tremendo que solo se aquietó cuando decidió instalar una cruz de forja en el mismo lugar donde sucedió el accidente, para que le sirviera a ella de consuelo y de advertencia a otros conductores.
Así lo hizo y, con la ayuda de un sobrino albañil, además instaló una peanilla con una plaquita en la que constaba el nombre del hijo, la fecha de nacimiento y la del óbito.
Para la fiesta de los fieles difuntos, solía llevar flores a ese humilde cenotafio y un año decidió completar la decoración agregando unos maceteros a ambos lados de la cruz en los que, gracias a la humedad y lo umbrío del lugar, plantó unas hortensias.
Las lluvias y los recios fríos deterioraban el monumentillo, de manera que un verano se presentó con su sobrino en el lugar para levantar un techado sostenido por cuatro columnas. Cuando lo tenían prácticamente rematado, pasó una pareja de motoristas de la Guardia Civil que se detuvo. Estuvieron un ratete mirando, se quitaron el casco, se santiguaron contritos y, sin decir ni mu, se marcharon a lo suyo.
El verano siguiente, Dolores Asaces y su sobrino aplanaron el terreno que circundaba el cenotafio, lo vallaron discretamente y lo ajardinaron con césped, macizos de rosas y un ciprés.
Estaban lanzados. En cosa de seis años el lugar se había convertido en una ermita dedicada a San Cristóbal. La carretera ya no discurría por allí porque habían hecho una autovía nueva y el predio, cuya titularidad reclamó para sí el obispado de la provincia, se hallaba en el centro de un plan de urbanización que preveía la construcción de mil doscientas cinco viviendas.
El enorme cartel que promocionaba las obras traía una simulación informática en la que se podían ver las casas y la parroquia que Construcciones Pundonor se proponía construir partiendo de la ermita.
Un hormiguero de obreros, máquinas y materiales relevó a Dolores Asaces y a su sobrino en la tarea de levantar la parroquia de San Cristóbal.
28 sept 2011
6 ago 2011
4 ago 2011
Retretes y confesionarios
El enorme éxito cosechado durante la enésima visita de Su Santidad Benedicto XVI, por los confesionarios de campaña, ha impulsado al consistorio valenciano a aprobar la contratación de tales adminículos dializadores de conciencias para su uso en la vía pública durante la celebración de la próximas Fallas.
En ese sentido ya se ha firmado un convenio de colaboración con el arzobispado de Valencia para que se provea de los sacerdotes titulados que sean necesarios para atender, según horario, los tres mil quinientos confesionarios que se instalarán, alternados con las filas de retretes portátiles, en los puntos neurálgicos de la actividad fallera tales como la plaza del Ayuntamiento, la de la Reina, el recorrido de la Ofrenda a Nuestra Señora de los Desamparados y ,cuando se conozcan los premios, en los aledaños de las fallas más importantes.
3 ago 2011
El barco K
Para cualquier joven que accedía, en aquellos tiempos en blanco y negro, a los modernos medios de comunicación de masas (la radio, el NO-DO y la televisión), determinados detalles resultaban ser un signo de cosmopolitismo y modernidad arrebatada. El uso displicente del teléfono, la ingesta tranquila del “cubalibre” o el empleo de referencias de autoridad tales como la expresión “según informa el barco K”, constituían timbres de mundología.
Que el barco se llamase K y no Virgen de Candelaria ya era una gran cosa porque K invita al misterio, mientras que Virgen de Candelaria no hace más que virar hacia lo gris.
Si el barco K estaba tripulado, anclado, precedido del J o seguido del L… eso no tenía la menor importancia, la cosa era el nombre: ¡barco K! Si se dominaba el término, se estaba también a un paso de comprender la llegada del hombre a la Luna de una manera asequible o de no descartar la posibilidad de que los ovnis nos visitaran en noches ignotas.
El barco K era un portillo abierto a la imaginación, al exterior de las fronteras timoratas y a la libertad, que no todo el mundo era capaz de apreciar porque la clave para ello la daban los oscuros “hombres del tiempo” que, desde luego, no eran sospechosos de nada.
Con la irrupción del satélite en nuestras vidas, el barco K se retiró a las vitrinas de las esperanzas y los sueños de juventud y allí debe seguir criando polvo.
2 ago 2011
Restaurantes "clandestinos"
Ahora que la “tendencia” consiste en entrar en una tienda de bragueros ortopédicos y, tras diversos visajes concertados, verse en un salón comedor para el que se alberga la ilusión de la exclusividad, es el momento de decir: ¡A LA MIERDA!.
Las mismas bobadas que sirven en lo que ahora llaman “restaurantes clandestinos” (¡quel charme!), las sirven en el figón de la esquina o en el wok del centro comercial.
La diferencia está en que en los restaurantes normales el cliente conserva intacta su dignidad mientras que en los restaurantes "clandestinos”, por mojigatería, se entra cubierto de oprobio y se sale siendo la mofa y la befa.
31 jul 2011
31 may 2011
Aniceto Sayanés
Les tenía gusto a la tinta y a los plumines; el tacto de los libros nunca le resultó áspero y los mapas que mostraban lo que de grandeza aún le quedaba a España, le parecían una almenara radiante. Pero la ensoñación académica le duró poco; en Jaca hace mucho frío y su padre necesitaba sus brazos para atender el negocio de carbonería. Hacer los carbones en el monte les ocupaba meses enteros pero venderlos y repartirlos tampoco era poca cosa.
Con dolor de corazón dejó a los escolapios y el padre Bello, que le tenía querencia, le regaló un ejemplar de “El castillo de Otranto”, para que nunca olvidase que en un tiempo pudo.
El libro permaneció en la alacena de su casa durante años porque la mucha labor no le dejaba un momento de respiro y cuando lo encontraba caía rendido.
Pasaron los años y la patria lo expidió en 1874 a Cuba para defenderla de la inapelable independencia. Fue a parar a Vistahermosa, en la provincia de Camagüey, y allí contrajo el paludismo, cosa que le alejó del combate pero le privó del ánimo suficiente para empezar a leer el libro que había llevado consigo.
Según evolucionaba la guerra, cambió de enfermería hasta que en la primavera siguiente lo declararon “inutilizado en campaña” y fue repatriado.
Durante el viaje de vuelta, se encontraba tan mal y tan en constante mareo que, salvo abrazar el libro, no pudo hacer nada más.
Su retorno a Jaca fue dramático porque en cuestión de dos meses, encima de enfermo, quedó huérfano y su hermana Paca, que era sordomuda y muy lista, se hizo cargo de la carbonería durante el tiempo necesario para su recuperación. En todos los años posteriores -siempre lo recordaba- no había podido ponerse una camisa blanca.
El negocio, por suerte, funcionó bien y pudo Aniceto quitarse de ir al monte a las carboneras, pero cambió ese esfuerzo por el desvelo de pensar en la administración de su casa y en el petróleo, porque consiguió una concesión para distribuir tal combustible y eso daba a criar mucho papeleo.
Así transcurrió su vida, ganando dinerete pero sin parar un minuto ni para casarse.
El 17 de octubre de 1934, antes de dejar Jaca y el mundo para siempre, Aniceto Sayanés hizo recuento del poco tiempo que había tenido en su vida para él y para lo que verdaderamente le hubiera gustado hacer, pidió el ejemplar de "El castillo de Otranto", lo abrazó y pronunció una frase que desconcertó a los presentes: “Me marcho sin leerlo y sin hacer nada grande; al revés que Santiaguín”.
10 may 2011
Agua mineral
El agua que tiene tal denominación, posee ciertas características organolépticas (¡fantástica palabra!) conferidas por los minerales que lleva en disolución (sílice, bicarbonatos, hierro, etc.) que le otorgan propiedades terapéuticas.
En general, según el doctor Oliver Rodés de Barcelona, tal cosa es un embuste y el agua mineral solo sirve para llenar nuestras vejigas y los bolsillos de quien la embotella. No hace nada más porque, de otro modo, no se puede entender que los envasadores nieguen tan descaradamente las propiedades terapéuticas de sus aguas.
¿No hemos quedado en que son “los minerales que lleva en disolución” lo que adjudica determinadas propiedades al agua? Entonces, ¿por qué se empeñan, sin reparo, en recalcar en las etiquetas que la mineralización es muy débil? ¿Para qué sirven además de para mear?
El agua mineral, pues, no solo tiene un sabor diferente sino que sirve para algo; nos hace algún bien.
En general, según el doctor Oliver Rodés de Barcelona, tal cosa es un embuste y el agua mineral solo sirve para llenar nuestras vejigas y los bolsillos de quien la embotella. No hace nada más porque, de otro modo, no se puede entender que los envasadores nieguen tan descaradamente las propiedades terapéuticas de sus aguas.
¿No hemos quedado en que son “los minerales que lleva en disolución” lo que adjudica determinadas propiedades al agua? Entonces, ¿por qué se empeñan, sin reparo, en recalcar en las etiquetas que la mineralización es muy débil? ¿Para qué sirven además de para mear?
18 abr 2011
Ni contigo ni sin tí...
Nuestros abuelos combatían la tos con jarabes a base de heroína y obtenían resultados extraordinarios. Con el tiempo se supo que la heroína no solamente es adictiva sino motivo de perdición.
Dicen que circular por las carreteras con un límite de velocidad muy moderado hace que se ahorre combustible y disminuyan los accidentes mortales. Luego los médicos se quejan de que desciende el número de órganos disponibles para los transplantes porque la peña se mata menos en carretera.
Esos mismos médicos echan campanas al vuelo por el notable descenso de infartos e insuficiencias respiratorias que les llegan por urgencia, gracias a que se consume menos tabaco. Por su parte, los del gremio de la hostelería dicen que se están cerrando muchísimos bares y se va al paro gente que ya vino de él con la esperanza de montar un bar cochambroso para solucionar su porvenir.
Las dictaduras siempre son perniciosas para el pueblo y nefastas para los derechos humanos, pero cuando el tipejo que detenta el poder es el mismo que vende petróleo para perpetuar el timo de la estampita que es la economía de mercado, tales regímenes políticos son intachables.
Para terminar, el Estado es el gran enemigo de la caterva de neoliberales que pretenden perpetrar nuestra salvación pero cuando, en su necedad infinita, queman su propio chiringuito reclaman del padre Estado no solo los bomberos sino la reconstrucción del chamizo.
7 abr 2011
Ecos del futuro
El día en que un notario, natural de Don Benito (Badajoz), certificó que seres inteligentes procedentes del espacio exterior, habían contactado con los humanos e intercambiado suficiente información como para concertar un encuentro diplomático, los obispos entraron en una crisis catatónica que se calificó como irreversible por reputados especialistas neuropsiquiátricos.
23 mar 2011
La extraña acreditación
La cola del registro civil avanzaba con irregular lentitud . En ella se encontraba Segundino Lozano para realizar un trámite para el que le habían asesorado que solamente necesitaría aportar su documento nacional de identidad.
Se miró los zapatos y pasó rápidamente a pensar que en cuanto saliera de allí buscaría un bar y se metería entre pecho y espalda un buen bocadillo de sepia con mayonesa con la compaña de una cerveza y después café. Así discurría la espera con leves adelantos y balanceos del cuerpo ora sobre la pierna izquierda, ora sobre la derecha.
Terminó sus cuitas una anciana sorda recalcitrante y el siguiente ya era él.
Tras las zalemas, se inició lo que podría ser la resolución de un trámite sin interés, pero la amable funcionaria le invitó a que acreditase documentalmente que era el segundo de los hijos de su familia. ¡El bocadillo a tomar por saco!.
Lo primero que se le ocurrió fue ganar tiempo y preguntó, con muy buenos reflejos, si para tal acreditación era necesario aportar el libro de familia de sus padres, cosa que efectivamente era lo que se necesitaba.
Aunque Segundino era consciente de que sin tal opúsculo registral la mañana estaba perdida, quemó su última oportunidad y preguntó si por algún otro medio podría acreditarse la cosa.
El momento de duda que le sobrevino a la funcionaria del registro fue muy oportuno para que Segundino le largase una ristra de preguntas retóricas que posiblemente acreditasen que era el segundo hijo de su familia. Le preguntó si le bastaba con saber que en la caja donde su madre guarda las fotos, casi todas son de Primitivo Lozano, su hermano mayor. Le preguntó también si sería suficiente manifestar que más de la mitad de los besos y mimos que sus padres le dieron, los recibió a escondidas para que Primitivo no se enterase; si bastaría con decir que durante toda su infancia y parte de la adolescencia tuvo muy poca ropa propia porque la heredaba de Primitivo; si era acreditación bastante haber recibido los elogios en voz baja y a gritos los reproches...
Y se conoce que sí, porque la amable funcionaria le dio al teclado de su terminal, se levantó muy airosa hacia la impresora, asió el papel que saliendo retemblaba y le estampó un par de sonoros cuños antes de dárselo a Segundino y gritar “¡el siguiente, por favor!”
4 mar 2011
Médicos
El sueño de numerosos jóvenes consiste en convertirse en médicos, movidos sin duda, por el halo de glamour, prestigio y sex appeal que envuelve a esta profesión.
Para acceder a ella es preciso, por este orden, disponer de excelentes recursos económicos para entrar en una facultad de medicina privada, estudiar mucho y tener un notable expediente académico para ingresar en una facultad pública, tener buena memoria y, en cuarto lugar, ser hábil.
Con suficientes posibles y paciencia, cualquier botarate se convertirá en rey de la cirugía estética.
Con un apreciable expediente académico, los estudiantes serán médicos y algunos afortunados serán especialistas en cosas diversas.
Todos necesitarán casi tanta memoria como los elefantes y, por último, sólo los hábiles se convertirán en grandes cirujanos, pero lo que sí que es cierto es que su periodo de formación transcurrirá, como en ninguna otra carrera, en medio de una actividad sexual desbocada y progresivamente creciente a medida que se aproximen a la cima del follisque que es el MIR, a juzgar por lo que didácticamente nos muestra la televisión.
Quienes lleguen a ser médicos de familia no tienen por qué estar mohínos. Si disponen de una bata blanca con un amplio bolsillo superior para guardar en él entre veinte y treinta y dos bolígrafos, serán constantemente admirados mientras desfilan con porte elegantísimo por los pasillos del ambulatorio.
Los que pillen especialidad no solamente podrán mirar a la peña con estudiada indiferencia sino que podrán tener a los del párrafo anterior por mierdecicas y, como los jueces y fiscales, sentirse dioses mientras asisten a congresos variopintos que se celebran en los lugares más paradisíacos del planeta, todo by the face y en un clima de disipación sin cuento.
La clase médica, para terminar, tendrá siempre a sus dignos representantes metidos en emisiones radiofónicas o televisivas porque los periodistas -esa profesión del morbo, la frivolidad y el vacío- les reclamarán siguiendo una absurda y repetitiva agenda de alergias, peligros solares, dieta mediterránea y otras pollas en vinagre constantes año tras año.
Ser médico mola. Decir que lo eres (“soy médico”) epata y, ya lo hemos dicho, se folla de lo más; de manera que si sus hijos se deciden por la medicina, no se lo quiten de la cabeza porque hasta pueden terminar siendo actores.
26 feb 2011
18 feb 2011
Fahrenheit 451
La producción de algunos insignes literatos patrios que calientan asientos en la Real Academia, muchas veces es de calidad dudosa. El sargento primero Pérez Reverte, por ejemplo, escribió una novela buena y después ya, con el rollo marcial y el nometoquesloscojones, a vivir.
Podríamos mandar al fuego toda su obra cuando empezase a extinguirse la hoguera de Sánchez Dragó, pero vamos a ser tiquismiquis y sólo le quemaremos un libro: "El pintor de batallas". ¿Para qué hay que leer ese plomo si se puede hacer un curso CCC de fotografía?
14 feb 2011
La incesante navidad
El cerrajero dio paso a la comitiva judicial y los ojos de todos se acomodaron a una luz extraña de un tono general rojizo.
Lo que se descubrió allí era la intemporal Navidad. Las ventanas estaban enmarcadas en espumillones, un Belén empolvado lucía intermitencias, ora en el portal, ora en el castillo de Herodes; el árbol que se había inclinado un poquito, también lanzaba destellos y de un aparato musical brotaba un villancico en inglés.
Hacía bastante calor no solo porque era mayo, sino por la iluminación navideña que caldeaba el cerrado ambiente.
Lo peor fue el olor a putrefacción que venía desde la habitación donde encontraron a don Perpétuo Adviento, fiambre desde hacía quince días y aferrado –como muchos- a lo que siempre le había hecho feliz porque ya no le quedaba nada.
1 feb 2011
León Trujillo
Esta es la breve historia de un hombre que nació en Cañuelas, muy cerquita de Buenos Aires, el año de 1859 y vivió apaciblemente disfrutando de su familia en la pampa amena y hermosa.
Con el despacho de teniente y veinte pujantes años, León Trujillo Volpini tomó parte en una campaña militar, que se gestó en lo que toca a la estrategia y la teoría social y política, en el palacete colonial que su familia tenía en Cañuelas y cuyo objetivo era darse prisa en conquistar lo que los ingleses codiciaban.
Antes de partir hacia el desierto con las tropas del coronel Levalle, contrajo matrimonio con una de las hijas de un gran amigo de su padre que por aquel tiempo gozaba del más alto prestigio nacional. La boda, se puede imaginar, fue un acontecimiento social muy notable pero la luna de miel duró poco porque las fuerzas militares se movieron rápidamente hacia el sur.
Cuando comenzaron las hostilidades, León Trujillo quedó apercibido de dos cosas: por una esquela que el correo le trajo desde Buenos Aires, que esperaba un hijo y por el informe oficial de la Comisión Científica, que los nativos valían más muertos que vivos; así que, con la ilusión de lo primero se lanzó a lo segundo como un Pizarro redivivo.
En todos los frentes el ejército actuó con enorme diligencia por lo que la Conquista del Desierto finalizó en el Cabo de Hornos de manera tan exitosa que la Argentina triplicó su territorio y entonces es cuando empezó lo mejor que tienen las conquistas: el reparto.
León Trujillo Volpini, que era yerno del ministro de la Guerra, obtuvo dos ascensos por los muchos méritos logrados y terminó la campaña contra el indio como comandante y propietario de una extensión de terreno tal que desató las envidias de sus correligionarios. Hasta se empuñaron revólveres aunque sin mayores consecuencias, gracias a las veladas amenazas de consejo de guerra sumarísimo que llegaron por conducto reglamentario.
Tras una estadía en la capital, durante la cual su primogénito Napoleón Trujillo Roca tomó la primera comunión, la familia preparó su traslado a la pampa para establecerse en una estancia muy bella llamada La Inglesa.
León Trujillo se convirtió en ganadero en un momento dulce porque la industria frigorífica había llegado ya a los barcos que cruzaban el Atlántico y la carne del vacuno argentino era muy apreciada allende las fronteras donde, por otra parte, se estaba cociendo un descomunal conflicto que asolaría Europa.
Nuestro hombre sabía muy bien que en río revuelto las ganancias son para los pescadores, así que movió los resortes de su agencia comercial de Plymouth (Reino Unido) y en poco tiempo su fortuna pasó a ser una de las más importantes de la república. Dar de comer al hambriento a veces tiene esas cosas.
Terminó sus días felizmente, bajo el cielo limpísimo de la pampa, como respetado patriarca y ganadero modelo.
Esta es la breve historia de un hombre que nació en Cañuelas, muy cerquita de Buenos Aires, el año de 1859 y vivió apaciblemente disfrutando de su familia en la pampa amena y hermosa.
Con el despacho de teniente y veinte pujantes años, León Trujillo Volpini tomó parte en una campaña militar, que se gestó en lo que toca a la estrategia y la teoría social y política, en el palacete colonial que su familia tenía en Cañuelas y cuyo objetivo era darse prisa en conquistar lo que los ingleses codiciaban.
Antes de partir hacia el desierto con las tropas del coronel Levalle, contrajo matrimonio con una de las hijas de un gran amigo de su padre que por aquel tiempo gozaba del más alto prestigio nacional. La boda, se puede imaginar, fue un acontecimiento social muy notable pero la luna de miel duró poco porque las fuerzas militares se movieron rápidamente hacia el sur.
Cuando comenzaron las hostilidades, León Trujillo quedó apercibido de dos cosas: por una esquela que el correo le trajo desde Buenos Aires, que esperaba un hijo y por el informe oficial de la Comisión Científica, que los nativos valían más muertos que vivos; así que, con la ilusión de lo primero se lanzó a lo segundo como un Pizarro redivivo.
En todos los frentes el ejército actuó con enorme diligencia por lo que la Conquista del Desierto finalizó en el Cabo de Hornos de manera tan exitosa que la Argentina triplicó su territorio y entonces es cuando empezó lo mejor que tienen las conquistas: el reparto.
León Trujillo Volpini, que era yerno del ministro de la Guerra, obtuvo dos ascensos por los muchos méritos logrados y terminó la campaña contra el indio como comandante y propietario de una extensión de terreno tal que desató las envidias de sus correligionarios. Hasta se empuñaron revólveres aunque sin mayores consecuencias, gracias a las veladas amenazas de consejo de guerra sumarísimo que llegaron por conducto reglamentario.
Tras una estadía en la capital, durante la cual su primogénito Napoleón Trujillo Roca tomó la primera comunión, la familia preparó su traslado a la pampa para establecerse en una estancia muy bella llamada La Inglesa.
León Trujillo se convirtió en ganadero en un momento dulce porque la industria frigorífica había llegado ya a los barcos que cruzaban el Atlántico y la carne del vacuno argentino era muy apreciada allende las fronteras donde, por otra parte, se estaba cociendo un descomunal conflicto que asolaría Europa.
Nuestro hombre sabía muy bien que en río revuelto las ganancias son para los pescadores, así que movió los resortes de su agencia comercial de Plymouth (Reino Unido) y en poco tiempo su fortuna pasó a ser una de las más importantes de la república. Dar de comer al hambriento a veces tiene esas cosas.
Terminó sus días felizmente, bajo el cielo limpísimo de la pampa, como respetado patriarca y ganadero modelo.
28 ene 2011
Los ebanistas
Aprendían estos artesanos su oficio con mucha paciencia para tener pocas equivocaciones porque las maderas que labraban eran nobles y noble también era el propósito que les movía: producir muebles para la vida.
Los maestros ebanistas pensaron en la funcionalidad y después en el ornato; de tal manera que el verdadero maestro sabía unir función y forma de un modo admirable.
A lo largo de los siglos, los ebanistas, sin dejar de ser artesanos, pasaron en muchos casos a ser artistas y de tal calibre que hasta crearon estilo. Thomas Chippendale por ejemplo era tan bueno el tío, que creó un estilo que lleva su nombre; eso es lo que debió de mover a los arquitectos a meterse en camisa de once varas e inaugurar la moda del mueble absurdo.
Volvamos al temazo porque a los ebanistas, que tan cómodos sillones, chaise-longues y sillas han puesto a nuestros culos, nunca nadie les ha ofrecido un doctorado honoris causa y por más que, como Chippendale, estuvieran en la cima jamás fueron ególatras o megalómanos como lo son esa otra clase de artesanos con delirios académicos, dedicados a lo perecedero, que hacen de la cocina una tremenda mixtificación científica.
11 ene 2011
Hombres del tiempo
La vida da muchas vueltas y lo que ayer causaba pavor, alimentaba negocios desmedidos y ocupaba a los medios de comunicación, como por ejemplo la gripe A, hoy pasa a segundo plano porque son los calaveras codiciosos de las agencias de calificación financiera los protagonistas del cotarro.
Algo parecido ocurre con los telediarios porque los hombres del tiempo han cobrado un protagonismo desconocido desde que llueve y las urbanizaciones proyectadas con el culo se inundan.
El hombre del tiempo siempre tuvo cierta relevancia pero pasaba sin pena ni gloria dando la espalda a un mapa de España muy parecido al que había en los colegios. Eran años en los que los principales interesados en la evolución del tiempo atmosférico eran los agricultores y ellos ya se compraban el calendario Zaragozano.
Cuando la sociedad urbana empieza a asombrarse de que en invierno haga frío, nieve o llueva porque, como las mejores guerras que libran los norteamericanos, se pueden trasmitir por televisión todos los meteoros y sus consecuencias, el hombre del tiempo empieza su crecimiento personal.
Las cadenas de televisión les conceden casi tanto tiempo como al Real Madrid, ganan un espacio propio, las casas comerciales les proporcionan vestimenta para su promoción y los tíos se permiten hasta contarnos los denuestos de Bóreas y Céfiro.
El rollo que meten en sus intervenciones es tan tupido y pastoso que aturde. Nos avanzan el tiempo que hará en Nueva Delhi o en Canberra. Pronto veremos concursos dentro de su espacio televisivo. Están tan crecidos que dan un poquete de susto y quizá sea el momento de mandarles a la mierda y no hacerles ya ni puñetero caso.
Algo parecido ocurre con los telediarios porque los hombres del tiempo han cobrado un protagonismo desconocido desde que llueve y las urbanizaciones proyectadas con el culo se inundan.
El hombre del tiempo siempre tuvo cierta relevancia pero pasaba sin pena ni gloria dando la espalda a un mapa de España muy parecido al que había en los colegios. Eran años en los que los principales interesados en la evolución del tiempo atmosférico eran los agricultores y ellos ya se compraban el calendario Zaragozano.
Cuando la sociedad urbana empieza a asombrarse de que en invierno haga frío, nieve o llueva porque, como las mejores guerras que libran los norteamericanos, se pueden trasmitir por televisión todos los meteoros y sus consecuencias, el hombre del tiempo empieza su crecimiento personal.
Las cadenas de televisión les conceden casi tanto tiempo como al Real Madrid, ganan un espacio propio, las casas comerciales les proporcionan vestimenta para su promoción y los tíos se permiten hasta contarnos los denuestos de Bóreas y Céfiro.
El rollo que meten en sus intervenciones es tan tupido y pastoso que aturde. Nos avanzan el tiempo que hará en Nueva Delhi o en Canberra. Pronto veremos concursos dentro de su espacio televisivo. Están tan crecidos que dan un poquete de susto y quizá sea el momento de mandarles a la mierda y no hacerles ya ni puñetero caso.
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